UN GRAN CANVI DE VIDA: de la Llar Residència a la Llar amb Suport

Después de la muerte de mi padre, con el que vivía desde hacía años, la trabajadora social me buscó un lugar para que pudiera estar.
Fui a parar a la residencia TRES PINS, situada en la localidad de Llinars del Vallés.
La vida en la residencia me fue muy bien, y estuve en la misma casi 8 años.
Seguidamente paso a relatar y a dar unas pinceladas de como transcurrían los días allí.
Éramos 43 residentes, y estábamos repartidos en dos pisos. En el primero estábamos los hombres y en el segundo las mujeres. En la planta baja, había el comedor, la cocina, recepción y los despachos del psicólogo, la trabajadora social y la enfermera. En el sótano, estaba el auditorio, la lavandería y dos salas que servían para hacer trabajos manuales y actividades varias.
Las tardes estaban repartidas por grupos, que iban rotando cada semana, así existía el grupo de compra, el grupo de comida cuya obligación era repartir los platos y también recogerlos tanto al medio día como por la noche, etc., etc…
Yo, personalmente, también acudía por las tardes a un club social llamado Torrassa, donde hacíamos varias actividades como canto, yoga, trabajos manuales, inglés, etc.
Pasado un tiempo desde la entrada en la residencia, fuimos a parar a un grupo llamado de ‘Autonomía’. Allí nos enseñaban a cocinar, a prepararnos la medicación en un blíster y, en fin, cosas que nos pudieran servir para un futuro no muy lejano.
Pasado un tiempo, me llamó un día el psicólogo y me informó de que tenía la posibilidad de ir a un piso con soporte en Granollers y ser más autónomo. Se hicieron todos los pasos que se tenían que dar para tal fin.
Y un 13 de febrero nos dieron las llaves del piso en donde mi pareja y yo tendíamos que convivir con cuatro personas más, en total seis, tres chicos y tres chicas.
La aclimatización fue poco a poco, ya que la mecánica y el funcionamiento de los pisos con soporte no tenía nada que ver con la residencia.
El piso me hizo más responsable que antes. Ya que no teníamos cuidadores, sino educadoras que nos supervisan cada día durante unas horas, menos los sábados, domingos o días de fiesta.
He mejorado mi autoestima y me he dado cuenta que los pisos con soporte no tienen nada que ver con las residencias. Hay más libertad de movimiento y hay también consenso a la hora de elaborar los menús o de tomar alguna decisión entre todos.
Aquí, en el piso con soporte, hago diferentes actividades, además de realizar las labores propias de la casa, hago muchas cosas más.
Me he apuntado, por ejemplo, a la UPG (universidad Popular de Granollers), y durante un cuatrimestre, por el módico precio de 25euros, nos hablan de la’ Salud, desde la Edad media hasta nuestros días’. Cada lunes acudo a las charlas que da una persona sobre el tema en cuestión.
Los martes por la tarde, acudo también a ‘Las Aulas de Extensión Universitaria’, donde los temas que proponen son de variopinto color, o sea, tanto hablan de biología, como de geopolítica o
música, y estas clases estaban dadas por catedráticos y eruditos sobre los distintos temas en cuestión.
Los demás días de la semana vamos al club social Portalet, donde nos relacionamos con otros usuarios y tenemos distintas actividades como trabajos manuales, inglés, asamblea, cine fórum, etc. Y también hacemos salidas a distintos destinos los sábados o vamos al cine los primeros días de cada mes.
En fin, creo que en general ha subido mi nivel de autonomía y la capacidad de gestionar el tiempo libre. Yo, personalmente valoro en positivo los cambios que he sufrido, tanto físicos como psíquicos, y me gustaría que estas líneas sirvieran a los que tengan una situación de duda como tenía yo al principio, cuando yo estaba en la residencia.
Den un paso adelante.


Francesc Sagarra i Busquets
Usuari de la Llar amb Suport Rossinyol de Fundació Lar